Las Onzas Peluconas

Se conoce como Onza Pelucona a los 8 escudos de Oro realizados a partir del año 1728, bajo el reinado de Felipe V, hasta las últimas acuñaciones de Carlos IV. Reciben el nombre de onza por su peso de 27,10g y con ley de 22 quilates. El término “Peluconas”, en cambio, viene dado por el grabado del busto del rey, que aparece representado con una grandísima peluca a la moda barroca. Como veremos, a medida que pasaron los años y cambiaron las modas, los reyes posteriores aparecerán representados con pelucas de tamaño más reducido hasta su total desaparición en las onzas de Fernando VII, que aparece representado con corona de laurel, tan del gusto neoclásico.

Las primeras peluconas aparecieron tras las reformas realizadas por Felipe V en cuanto a la acuñación y los tipos monetarios en 1728, pues, hasta esa fecha, había mantenido las de los Austrias. Los objetivos de estas reformas eran adecuar el sistema monetario al mercado europeo y evitar la extracción de los metales preciosos, crear una legislación que previniese el fraude y la falsificación, mejorar las técnicas para la acuñación de monedas incorporando el volante y mejorando el sistema de molino, además de adaptar los numerarios. Gracias a sus reformas, se unificó el sistema monetario que se extendió a todo el reino, dejándose de fabricar moneda local. Así, la nueva moneda unificada necesitó de nuevos tipos. Para el anverso, en general, se sitúa el busto de monarca mirando a la derecha con la leyenda PHILIPPVS D (EI) G (RATIA) HISPANIARVM ET INDIANARVM REX. En el reverso, aparece el escudo coronado con las armas de la monarquía de Felipe II, con el añadido del escusón de los Borbones, junto con el collar de la Orden del Toisón de Oro y del Espíritu Santo. En el lado izquierdo, se sitúan las iniciales del ensayador y, en el derecho, las marcas de valor. Todo se remata con decoración floral en la parte superior e inferior del escudo. Aparece una nueva leyenda totalmente independiente de la que se sitúa en el anverso: INITIVM SAPIENTIAE TIMOR DOMINI (El principio de la sabiduría es el temor del Señor).

Durante el reinado de Fernando VI se mantuvieron la ley y la talla de las peluconas, así como las tipologías estipuladas en la ordenanza de 1728 realizada por su padre; pero no fue hasta la llegada al trono de Carlos III, también hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio, su segunda esposa, cuando se introdujeron nuevos cambios al sistema. La orden secreta del 18 de marzo de 1771 propuso la devaluación de la ley en la moneda provincial y nacional, que pasó de los 22 quilates a los 21.40 quilates, en un intento de igualarlo al modelo del resto de reinos europeos y aparte, para sacar un poco de beneficio para la corona. Esta orden, como bien indica su nombre, se realizó de forma secreta y no fue hasta tiempo después, cuando empezaron a darse cuenta de la rebaja en los quilates de la moneda de oro.

También se cambiaron los tipos en la moneda de 8 escudos manteniendo el busto del monarca en el anverso, con pelucas modernas de menor tamaño que las de Felipe V y Fernando VI y con la leyenda CAROLVS III D (EI) G (RATIA) HISPANIARVM ET INDIANARVM REX con la fecha en el exergo del anverso. El reverso también mantuvo el escudo coronado, introduciendo en el escudo de Felipe V los nuevos territorios de Parma-Médici y Toscana-Farnesio pertenecientes a su madre. En el escusón central coloca el cuartelado de Castillos y leones y todo queda rodeado por el collar de la orden del Toisón de oro. Al igual que hizo su padre, Carlos III también incluirá una leyenda totalmente novedosa, distinta a las que podemos encontrar entre las monedas hispánicas acuñadas hasta la fecha, así, podemos leer en sus monedas IN VTROQVE FELIX AVSPICE DEO.

El reinado de Carlos IV se caracterizó, en cuanto al sistema monetario, por la continuidad en la ley como en las tipologías monetarias, manteniendo los 21 quilates. Es posible encontrar monedas acuñadas en México con la leyenda de Carlos IV pero con el busto de Carlos III, esto se debió a un retraso en la entrega de los cuños desde la península, que obligó al superintendente de la casa de la moneda mexicana a modificar ligeramente las monedas para adaptarlas al nuevo monarca. Dichas monedas se unificaron posteriormente con las llegadas desde España con la leyenda de CAROLVS IIII a partir de 1790.